23 de septiembre de 2010

Por mí y por todos mis compañeros (III): Dani

Tras la confesión enfermiza de Urko decidí que había que poner distancia de por medio sino quería llevarme alguna otra sorpresa desagradable en el futuro. Pasé toda la noche dándole vueltas al asunto sin poder dormir ni encontrar una solución. ¿Cómo le dices a una persona aparentemente desequilibrada que ya no cuentas con él y que se vaya de tu casa? Por suerte el séptimo de caballería llegó por la mañana en forma de llamada telefónica: mi amigo Dani había dejado su monótono trabajo de los últimos años en una fábrica levantina, se liaba la manta a la cabeza y venía a vivir a Madrid para cambiar de aires.

Como Dani también necesitaba compartir piso le propuse buscar conmigo, no sin antes avisarle que tenía en casa al "octavo pasajero" y que quizá, cabía la remota posibilidad de no poder deshacerse de él fácilmente. No hay problema, seguro que no es para tanto vivir con él -me dijo-. Sin saber que se estaría arrepintiendo durante mucho tiempo de haber pronunciado esas palabras.

Mi amigo Dani es probablemente una de las personas de más difícil convivencia con las que he compartido piso. Entre sus rarezas de aquella época estaban no mirar casi nunca a los ojos, suplantar a personas en internet, llevar la contraria en todo o dejarte en evidencia constantemente ante tus conocidos. Su frase fetiche era "me da igual" y demostraba la misma apatía hacia cualquier idea o iniciativa que se le proponía. Siempre achaqué sus extrañas maneras a una extrema timidez y a circunstancias personales como ser hijo de padres separados y no encontrar su sitio en el pequeño pueblo junto a Gandía en el que nació. Pero ahora simplemente pienso que Dani es así, sin más. Born this way, que diría Lady Gaga.

Menos de veinticuatro horas después de su llamada ya me encontraba esperando el autobús de Dani en la desaparecida estación de Auto-res de Conde de Casal en Madrid. Mientras daba vueltas por la sala de espera se me acercó un hombre negro de aspecto robusto y desaliñado que llevaba a rastras una gran maleta oscura bastante sucia. Comenzó a llorar y a relatarme en francés que necesitaba comprar un billete para volver con su mujer y su hija, que no tenía suficiente dinero y que era un tema familiar urgente. Impresionado, no tuve más remedio que ofrecerle los quince euros que llevaba encima. Al ver los billetes aumentó aún más su llanto agradeciéndome el gesto, así que decidí ir a los andenes para no seguir llamando la atención.

-Merci beaucoup! Adieu, mon frère!
-À bientôt!

Dani me llamó para avisarme de que estaba entrando en Madrid. Parecía enfadado o molesto cuando hablamos. Respondía con monosílabos y a veces no me contestaba, así que le repetía la pregunta una y otra vez pensando que era un fallo de cobertura. Con el tiempo descubrí que no contestar era uno más de los excéntricos rasgos de su personalidad. Y es que una cosa es ser amigos, y otra compañeros de piso. La convivencia te descubre a las personas tal y como son y eso me ocurrió con él. 

Por fin Dani puso pie en suelo madrileño y yo respiré aliviado al saber que ya no tenía que enfretarme solo al problema de Urko. Intentamos coger el único ascensor de la estación para subir a la altura del vestíbulo, pero tres monjas bloqueaban el paso al interior esperando a alguien que parecía no llegar. Cogimos la escalera lateral, y mientras nos esforzábamos por alcanzar el vestíbulo con aquel enorme maletón, me encontré con una cara conocida. El desesperado hombre negro que me había abordado antes estaba sentado junto a un colega y reía a carcajadas mientras le contaba que al día siguiente tocaba ir a Atocha a seguir timando con su milonga familiar a otros incautos. Me estuvo bien empleado, por ingenuo.

Al llegar a mi zulo, Urko nos recibió más simpático que de costumbre. Pronto empezó a hablar animadamente en valenciano con Dani durante horas. Estuvieron contando anécdotas y riendo hasta altas horas de la madrugada. Y yo, totalmente desubicado, comencé a asumir que habían hecho buenas migas. Estaba ensimismado haciéndome a la idea de que Urko iba en el lote y que siempre me quedaba la opción de poner un buen cerrojo en mi futuro cuarto para poder dormir tranquilo cuando Dani dijo que llevaba varias horas sin fumar y el mono le podía. Así que bajó a la calle para echarse un piti.

Urko aprovechó que estábamos a solas para contarme su impresión de Dani. No me imaginaba que aquello iba a ser el principio del fin de nuestra corta convivencia...
jueves, septiembre 23, 2010

11 comentarios:

No me gusta nada porque siempre me dejas esperando el siguiente post de Urko y compañía, que por cierto, menudos personajes.

Elena

Con que gente te juntas tú jajaja. Yo me incluyo jajaja. Si es que ser buena persona es lo que tiene, no ves lo malo de la gente hasta que es tarde. Deseando de saber como sigue. Un beso ;)

¡Ansiosa estoy por seguir leyendo tus anécdotas!

Eres muy malo! chico malo malo!!! :)

No hay problema que no se solucione con otro problema, esto va aumentando como la bola de nieve, bueno dejando de lado al caradura del maletón al que la suerte le depare que algún día se haga realidad su penuria.
Saludos

Me hacia falta leer algo divertido. Me trae recuerdos aunque y nunca tuve más de 2 compañeras de piso...
Y no hubiera sido tan generosa... jajaja ... merci mon frère ...

Estoy impaciente, espero que pongas pronto la continuación de relato.

Qué panorama! Me imagino como terminará todo... o no, quién sabe?

Seguiré atento a próximas entregas.

Un abrazo José!

Holaa Guapo! Ante lo que acabo de leer solo puedo decir que... ¡UNA VIDA DE LO MAS MOVIDITA! jajjaja Yo cuando termine la Carrera, quiero irme a Madrid Así que ¡Tomo nota por si me toca compartir piso! Jjaja Te Sigo!

¡Besos!

No Olvides que...
"MODA ERES Y EN MODA TE CONVERTIRÁS"

DM.

Jajajajja me ha matado la experencia francesa jejeje que novatillo. Saludos

Me ha gustado!!...tienes una forma particular de escribir..que engancha..Me haces recordar cuando compartìa piso.No sè si continuarà este relato,pero...no tardes en escribir màs cosas,ok??Besitos!

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